miércoles, 24 de octubre de 2012

Bodas de sangre

Hace dos semanas fui al teatro a ver una obra casi clásica española: Bodas de sangre, del grandísimo Federico García Lorca, para más información. 
No fue este poeta un prolijo autor teatral, pero a pesar de ello, en sus obras sacó la esencia avinagrada de la sociedad española. Y no voy a decir de aquella época, porque, y eso el lo que tiene de grande un autor, es esa critica tan actual hoy en día como lo ha sido cada día del siglo pasado. 

Mucha gente relaciona al escritor con Andalucía simplemente, o quieren hacer gala del andalucismo de este, cuando en realidad su crítica y con ello su moraleja es mucho más universal. Pero sí, hay que admitir que los paisajes ofrecidos en sus obras se pueden contemplar en su mayoría, en el sur peninsular incluyendo otras regiones, no sólo la verdiblanca. 

Volvamos a la obra en si y a su representación en Londres por la Escuela de teatro Guilhall en Barbican.  Lo que verdaderamente me emociono fue la belleza poética, el surrealismo de la palabra de Lorca a pesar de estar traducido. Fue un chorro de poesía para el alma dejando de lado la temática y que a los actores les faltase un toque más "latino" ( entiéndase aquí de la zona latina de Europa). 

Fue un poco como saborear algo muy tuyo que te recuerda a tu casa, a tu gente, y por su puesto a tu historia. Algo muy personal que siempre tienes ahí presente y a lo que realmente no das la importancia que se merece hasta que no lo tienes delante, siempre con el cierto amargor que conlleva.

Y hablando de cosas con amargor pero muy caseras, muy del sur y por supuesto muy mías, con los recuerdos que conlleva esta época tardía del año, de colectas y cosechas, lo que procede es aliñar las consabidas aceitunas.

Para más señales esta receta es del suroeste peninsular, de Extremadura más concretamente.  Y ha sido transmitida en mi familia por lo menos una generación, de mi madre a mi! 

Las aceitunas las he comprado en el supermercado, en Londres. Sí, así como se oye: aceitunas verdes del árbol, si curar ni aliñar, como las que se recogen a principios del otoño en España, pero estas eran de Chipre. 

Y lo que hice fue, con todo el cariño del mundo las maltraté, como en esa relación eterna que hay entre el amor y el deber, que en muchas ocasiones lleva a la sangre. Pero eso pasa sólo en las películas, o en el teatro, y aquí la sangre no llegará al río. 

Maltratás

-Machar las aceitunas sin romper el hueso con una piedra en el poyo de la puerta del corral (si no, con un mazo de madera o de plástico sobre una tabla de cocina).
-Poner en agua en una tinaja de barro bajo la bajada del canalón del tejado durante 40 días (en caso de no tener canalón, cambiarles el agua diariamente hasta que estén dulces. No hay fecha determinada, simplemente probarlas).

-Poner una cabeza de ajo en el mortero con sal. Darle unos golpes de mortero para romper los dientes. 
-Añadir una ramita de tomillo, una cáscara de naranja, una guinda fresca o seca y un chorro de vinagre (este para que se pongan duras y conserven la textura).
-Añadir un poco de agua al mejunje y poner sobre las aceitunas escurridas.
-Dejar reposar unos dos días para que las olivas cojan la sal.
-Cubrir de agua y corregir de sal.

Y disfrutar!!!

Por cierto, son bajas en potasio, y además el sodio lo podemos controlar a la hora del aliño

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